Cómo decorar una habitación para directos en Internet
El pasado 31 de diciembre, millones de personas se pusieron delante de una pantalla para ver las tradicionales campanadas de fin de año en España. Todo normal, lo lógico en una Nochevieja cualquiera… salvo que buena parte de esos millones de personas no estaban viendo la televisión, o al menos no como siempre. Estaban siguiendo a Ibai Llanos, un streamer que decidió tirar la casa por la ventana y ofrecer esta alternativa en su canal de Twitch. Y lo hizo como mandan los cánones, con un balcón en la célebre Puerta del Sol de Madrid, y contando con el mítico presentador Ramón García como compañero. García ha sido durante años el rostro habitual de esta celebración en la televisión nacional española, pero llevaba ya un tiempo sin aparecer. Llanos decidió recuperarlo para la causa y ganarse no solo a los jóvenes de su generación, sino también a sus padres. El resultado: millones de viewers tomándose las uvas a través del streaming. Una auténtica locura. Este pequeño suceso sirve para entender la importancia que está adquiriendo el mundo del streaming en la actualidad.
Nos podríamos meter en las cifras de audiencias, en las fortunas que estos creadores están ganando en los últimos años… pero es más directo reconocer, como hacemos en el ejemplo, su influencia en la cultura y la sociedad. El propio Llanos, uno de los streamers más seguidos del mundo, ha pasado de ser un tipo anónimo a toda una celebridad en España y buena parte de Latinoamérica. Lo mismo ocurre con Auronplay, Rubius, TheGregf, Vegeta, Willyrex, Cristinini o Maychi… Nombres que tal vez no te suenen demasiado si tienes más de treinta y cinco años, pero que son verdaderos ídolos de masas para los millenial tardíos y la generación Z. Ejemplos a seguir, se podría decir incluso. Cuando tienes diez años y empiezas a consumir este tipo de contenido, creces con la ilusión de convertirte tú también en uno de ellos. Como esos niños que veían a sus futbolistas favoritos en el campo, o a los músicos en el escenario. Ser streamer puede llegar a ser una profesión muy lucrativa, pero hay que empezar desde lo más básico. Un ordenador, una buena cámara, un micro decente… y una habitación que marque la diferencia.